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Expresión e Ilustración infantil

Las técnicas en la ilustración infantil

Las técnicas en la ilustración infantil

Por Antonio Ventura

Enumerar las técnicas que se pueden encontrar en la ilustración de libros para niños a lo largo del siglo XX es casi como hacer un recorrido por los materiales utilizados en el arte de la pintura durante este mismo periodo de tiempo, sobre todo si observamos los trabajos de los ilustradores a partir de los años setenta, periodo en el que encontramos continuas referencias estéticas análogas y, consecuentemente, técnicas similares o incluso idénticas en una y otra manifestaciones artísticas.

 Trataremos de definir, de manera escueta las principales técnicas, llamémoslas, puras, es decir, aquellas que utilizan un solo material o pigmento; o mixtas, en las que encontramos mezclados o yuxtapuestos diversos materiales; además de las recientes técnicas informáticas o digitales realizadas directamente en soportes electrónicos.

A las primeras, a las que hemos llamado puras, y que utilizan un solo componente, podríamos agruparlas en dos bloques: un primer bloque en donde se encuentran los materiales de aplicación directa, denominados también procedimientos secos, como son el lápiz, el grafito, las pinturas de madera, el carboncillo, la sanguina, el pastel, las barras de pastel-óleo, las ceras, el lápiz comté, el bolígrafo y los rotuladores. En el segundo de los bloques se encuentran las técnicas que utilizan un disolvente líquido más o menos fluido, orgánico o no, y que se aplican a través de un instrumento, ya sean pinceles, brochas, algodón, esponja, plumilla o spray... Las más conocidas son la acuarela, la tinta, el óleo, el acrílico y el gouache.

En las denominadas técnicas mixtas encontraríamos todos los materiales enumerados anteriormente, mezclados o yuxtapuestos, además del collage, las instalaciones y la fotografía.

En los últimos años, de la mano de los avances de la industria electrónica e informática, encontramos técnicas que suponen la desaparición de lo que se denominaba «arte final», es decir, no existe un trabajo definitivo de ilustración en soporte papel, sino que el artista realiza una parte del proceso en soporte electrónico, bien escaneando los dibujos y aplicándoles color con un ordenador, bien escaneando fotografías o texturas y mezclándolas en un programa informático que genera la ilustración final en soporte digital. Existen múltiples maneras de manipular imágenes mediante programas informáticos entre los que cabría nombrar el Freehand, el Photoshop y el Illustrator, además de la realización directa de dibujos con lápiz digital sobre una pantalla electrónica.

Con este nuevo panorama, es evidente que las clasificaciones tradicionales de las técnicas de ilustración quedarán, en breve tiempo, obsoletas.

Bien, una vez enumeradas cada una de las técnicas, y teniendo en cuenta que son tan variadas las propuestas plásticas que siempre cabe la posibilidad de encontrar una ilustración que escape a esta clasificación o a cualquiera otra, por exhaustiva que fuere, intentaremos ejemplificar cada una de ellas —remitiendo a la obra de algún artista que la muestre de manera evidente—, advirtiendo que no siempre podremos, a la vista de las reproducciones fotomecánicas de las imágenes, decir con certeza la técnica con la que aquella ilustración está hecha; es más, en muchos casos la mala reproducción puede inducir a confusión. Solo accediendo al original o arte final, en el supuesto de que este existiese, podríamos, con absoluta certidumbre, definir los materiales que la configuran. Una última consideración, únicamente enumeraremos aquí, dada la brevedad del espacio, las técnicas más frecuentes y en las que encontramos obra solvente y reconocida.

Comenzaremos por las técnicas mencionadas en primer lugar, es decir, aquellas que utilizan procedimientos secos, entre ellos, quizá, los más sencillos sean los lápices y las pinturas de colores. Existen muchos artistas que han realizado sus trabajos solo con lápiz negro, aunque la mayoría simultanee esta técnica con otras; cabría destacar aquí algunos libros ilustrados por José Ramón Sánchez, Francisco Solé o Jesús Gabán, por citar algunos de los mejores dibujantes que emplean este material. Con lápices de colores, es decir, las denominadas comúnmente «pinturas de madera», merece especial mención el trabajo de Alicia Cañas en Cuentos completos de Wilhelm Hauff (Anaya. Madrid, 1994).

Grafito, sanguina, carboncillo o lápiz comté son técnicas que han sido poco usadas en el ámbito de la ilustración de libros para niños y nos las encontramos con menor frecuencia según va avanzando el siglo; en cualquier caso, cabría destacar algunos trabajos de Ulises Wensell y José Ramón Sánchez, entre otros.

Las ceras y el pastel son dos procedimientos que aparecen frecuentemente mezclados con otras técnicas, pero que también se aplican como técnica única, por ejemplo, en el Pulgarcito que María Jesús Santos hizo para Cuentos de Grimm (Anaya. Madrid, 1998); o en La princesa y el pirata, de Teo Puebla sobre texto de Alfredo Gómez Cerdá (Fondo de Cultura Económica. México, 1991).

Las acuarelas, las tintas y el gouache son materiales que generalmente se emplean en trabajos de técnicas mixtas. Aunque predomine uno de ellos, en muchas ocasiones, el artista utiliza otro para resaltar algún aspecto o detalle de la ilustración, también suele hacerse con lápices de colores, pastel o ceras. Existen en la ilustración española algunos excelentes acuarelistas, entre ellos destacamos a Salvador Bartolozzi, Rafael de Penagos, Asun Balzola y Arcadio Lobato. Las acuarelas de Bartolozzi aparecen en muchos de sus trabajos como, por ejemplo, en los Cuentos de Andersen, (Calleja, 1935). También Rafael de Penagos fue un gran renovador de la ilustración a través de sus trabajos para la editorial Calleja; cabe citar entre ellos El hada y los juguetes, (1941). Asun Balzola tiene una extensa obra en la que queda muy patente su manera de trabajar: Las Munias, entre las que resaltamos Munia y la Luna, Premio Apel·les Mestres, 1981 (Destino. Barcelona, 1982), Por los aires, Premio Internacional de la Fundación Santa María de Ilustración, 1991 (SM. Madrid,1991) o Los pollitos y Bakarty James sobre texto de Bernardo Atxaga, publicado inicialmente en vasco en la editorial Erein y por el que fue galardonada la ilustradora con la Manzana de Oro de Bratislava en 1995. Balzola trabaja una acuarela casi transparente que recibe el nombre de aguada de una extraordinaria luminosidad y transparencia, produciendo unos efectos estéticos casi orientales. Arcadio Lobato es el más reciente de los cuatro, y su herencia en el trabajo con este material es claramente centroeuropea, muy en la línea de Stepan Zavrel o Josef Wilkon, maestros con los que compartió aprendizajes en la ilustración infantil. De todos sus numerosos libros destacaríamos El valle de la niebla sobre texto suyo (Cuentos de la Torre y la Estrella, número 27. SM. Madrid, 1987) y Cuaderno de una espera, de Lourdes Huanqui (Aura Comunicación. Barcelona, 1991). Estos dos libros representan dos extremos en la manera de trabajar este ilustrador la acuarela: en el primero, de forma esquemática y sencilla y, en el segundo, sucesivas trasparencias conforman una vidriera de tonos y luces.

La tinta china se utiliza como grafía que define la línea del dibujo aplicada con un soporte rígido, ya sea una plumilla o un palillo o como técnica de coloreado, aplicada con pincel y más o menos disuelta en agua. Se trata de un material más opaco que la acuarela, menos luminoso pero con una mayor intensidad de color. En tinta aplicada con pincel solo negro sobre blanco encontramos algunos excelentes ejemplos como es el caso de Jesús Sánchez Tena. Entre sus trabajos destacamos El perro y el gorrión. Cuentos Clásicos. Andersen (Inédito. Años 30) o Historia de Dorada, la princesa cierva. Cuentos Clásicos. Andersen (Años 30). Recientemente podemos destacar un excelente trabajo al que se le ha aplicado posteriormente color con ordenador, nos referimos al libro Las fotos de Sara (Destino. Barcelona, 2000) de Gabriela Rubio sobre texto de ella misma, Premio Apel·les Mestres 1999. En el caso de tinta aplicada con plumilla, destacamos El gato y el diablo, de Mabel Piérola sobre texto de James Joyce (Lumen. Barcelona, 1993).

El gouache cuando se utiliza muy disuelto se puede confundir con la acuarela, pero tiene también la capacidad de cubrir la superficie sobre la que se aplica creando unas texturas opacas, como se puede observar en el trabajo de Pep Montserrat Amores y desamores de Oberón y Titania (La Galera, Barcelona 1995).

El acrílico es un procedimiento relativamente reciente que muchos ilustradores han incorporado a sus técnicas de trabajo. Cabría destacar el libro ¿Qué hace un cocodrilo por la noche?, de Emilio Urberuaga sobre texto de Kethrin Kiss (Kókinos. Madrid, 1998).

Y por último, dentro de las técnicas fluidas, el óleo, poco frecuente en la ilustración de libros para niños. Es muy notable el trabajo de Judit Morales y Adrià Gódia con esta técnica en No eres más que una pequeña hormiga, Premio Lazarillo de Ilustración 1998 (SM. Madrid, 2000) o El cascanueces y el Rey de los ratones para el libro Cuentos de Hoffmann (Anaya. Madrid, 2000).

Como técnica, el collage tiene una entidad propia aunque, a veces, aparezca mezclada con algunas de las anteriormente enumeradas. Este procedimiento se observa con nitidez, sobre todo, en los libros No quiero un dragón en mi clase, de Violeta Monreal (Anaya. Madrid, 2001), No sé, de Mabel Piérola, Premio Internacional de Ilustración Fundación Santa María 1998 (S.M. Madrid), Mermelada de fresa, de Fino Lorenzo, sobre texto de Daniel Nesquens, Premio Ciudad de Alicante de Álbum Ilustrado 2001 (Anaya. Madrid, 2001) o en el cuento La niña de los gansos perteneciente al libro Cuentos de Grimm (Anaya. Madrid, 1998), ilustrado por Silvia Blanco.

La fotografía tiene en España, dentro de este ámbito, un excelente representante: Pere Formiguera; destacamos entre sus trabajos Se llama cuerpo (Barcanova. Barcelona, 1996). También debemos reseñar el único material publicado hasta el momento por Sandra Barrilaro, Bajo las estrellas, sobre texto suyo (Kókinos. Madrid, 2000), y el Premio Lazarillo de Ilustración (2000), aún inédito de Jack Mikala, el cual fotografía maquetas que previamente realiza con cartulinas recortadas y coloreadas.

Como decíamos al principio, entre las denominadas técnicas mixtas encontraríamos todas las enumeradas hasta el momento más las que se realizan con tratamientos electrónicos y digitales mezcladas de múltiples maneras.

Para finalizar, entre los ilustradores que realizan una parte del proceso de trabajo con ordenador, merece especial mención el trabajo de Pablo Amargo y entre sus libros, Cuentos de Osos, todavía inédito en nuestro país; y, de Noemí Villamuza, Laura y el ratón, con texto de Vicente Muñoz Puelles (Anaya. Madrid, 2000).

Más allá de esta clasificación, limitada sin duda, cabría decir que, quizá, lo menos importante del trabajo de ilustración en los libros es la técnica o el procedimiento con el que se han realizado y sí, en cambio, la interrelación entre este componente y el texto, así como la adecuación de ambos al soporte y sus dimensiones.

Antonio Ventura

Estilo de la ilustración a todo color

Por Paola L. Fraticola

La ilustración a todo color comprende una inmensa gama de estilos, desde al realismo a lo extraño y fantástico. Por lo tanto, le da al diseñador amplias posibilidades de presentar imágenes gráficas en formas frescas y originales. Desde los días de la acuarela, la ilustración en color ha evolucionado hasta incluir el uso de muchos medios distintos. Aunque los mismos tienden a producir sus propios estilos, también pueden aplicarse a imágenes del pasado. Más aún: muchos ilustradores modernos combinan las técnicas actuales con imágenes del pasado en un intento de insuflar nueva vida a productos ya consolidados.

En algunos diseños, el color se usa para crear un fondo de conjunto, Se trata de una plicación útil, que le permite al diseñador invertir los elementos. Obviamente, si el diseño está impreso en papel blanco, entonces estos elementos serán blancos, pero se puede considerar la impresión en papel o cartón coloreado, lo cual puede ser muy efectivo.

Elección

El diseñador toma importantes decisiones sobre la naturaleza de la ilustración en color a usar cuando evalúa todos los elementos del diseño. El predominio que se le quiera dar a la ilustración y el cómo tenga que desplegarse la misma, afectarán a la elección del diseñador sobre el estilo de la ilustración. Un diseño puede ser preparado con destino a públicos distintos a base de explotar la ilustración en color. Por ejemplo, una tapa de una caja de bombones puede llevar un color obscuro y discreto. La inclusión de un dibujo cuidadosamente encargado puede darle alproducto un atractivo para un mercado diferente.

La expresión plástica, actividad lúdica en los niños pequeños

La expresión plástica, actividad lúdica en los niños pequeños

Desarrollo de la capacidad de creación y percepción.

El arte para los niños significa un medio de expresión que realizan naturalmente y en forma de juego en el que vuelcan sus experiencias, emociones y vivencias. Muchas veces descubriremos que el niño se expresa gráficamente con más claridad que en forma verbal siendo una actividad de la que disfrutan enormemente.
Consideraremos el juego como aquel conjunto de operaciones coexistentes e de interacción en un momento dado por las que un sujeto o grupo en situación logran satisfacer sus necesidades, transformando objetos y hechos de la realidad y de la fantasía. Esta conducta, para su realización, necesita del más alto grado de libertad interna y externa con respecto a la persona o grupo que la ejecute.

Elvira Martínez y Juan Delgado en su libro “El origen de la expresión” analizan el significado de la expresión plástica en el niño desde tres aspectos:

Un medio de expresión y comunicación de sus vivencias, un lenguaje del pensamiento.
La expresión se vincula a su desarrollo y a su cambio. Por medio del dibujo el niño cuenta, informa sus impresiones de los objetos a veces de forma más clara que verbalmente.

Un proceso en el que toma diversos elementos de la experiencia y les otorga un nuevo significado. Los transforma. Entonces cada experiencia significativa le aportará nuevos datos que serán vivenciados. Estas experiencias irán modificando sus esquemas y enriqueciéndolos. Es aquí donde el arte interviene para contribuir al desarrollo, ya que se producirá aprendizaje en la interacción del niño y el ambiente.

Una actividad lúdica donde las actividades gráfico plásticas representan un juego, estimulan el desarrollo motriz y se convierten en acciones útiles para la enseñanza de otros conocimientos. En ellas intervienen sensaciones, percepciones, y el pensamiento.

Analizados estos aspectos se puede comprender porqué el arte o la expresión artística se convierten en una actividad con un rol potencial en la educación de los niños.
Sin embargo a partir de las significaciones y lo que representa la expresión infantil, como padres y docentes es necesario tener en cuenta las distintas evoluciones o etapas de la expresión y evolución del niño.

Se coincide en llamar la Etapa del Garabato la que comprende aproximadamente de los dos a los cuatro años. Si tenemos en cuenta que la manifestación artística se nutre de la percepción consideraremos que la expresión comienza cuando el niño empieza a explorar su mundo por sus medios: tocar, morder, chupar, escuchar, mirar. Y continuará cuando realice su primer registro en un piso, pared o papel.
Investigaciones realizadas por autores como Lowenfeld y Brittain profundizan sobre el desarrollo de la expresión infantil, definiendo dentro de la etapa del garabato según la edad y la motivación del niño “el garabato desordenado”, “el garabato controlado” y por último “el garabato con nombre”. Es durante esta etapa donde los gráficos que realice el niño tienen que ver con sus movimientos corporales. La expresión plástica se convierte en una actividad kinestésica que disfruta por el hecho de realizarla y moverse.

A los cuatro años hasta aproximadamente los seis transcurre la etapa preesquemática, en la cual el niño comienza a crear formas, consciente. Trata de establecer relaciones con lo que intenta dibujar.

Es importante tener en cuenta que la producción gráfica del niño no puede desvincularse del proceso de percepción. Nos nutrimos de los que vemos, miramos, tocamos, escuchamos, aprendemos, modificamos, sentimos, vivimos.

¿Qué significa desarrollar la expresión artística?

A partir de los estímulos visuales los niños decodifican la información del entorno. Los grafismos y las pinturas, lenguaje por medio del cual el niño se comunica y expresa, es uno de los ejes de la expresión artística que se nutre y viceversa con el hecho perceptivo y receptivo.

Investigaciones y experiencias demuestran que la reflexión, la formulación de hipótesis, la emisión de conceptos, la percepción y el análisis lógico de las imágenes se encuentran latentes en los niños pequeños. , esto nos permite replantearnos algunas prácticas pedagógicas. Propiciar actividades que coloquen al niño frente a situaciones enriquecedoras de percepción, imaginación, sensibilidad, juicio crítico y estético.

Las propuestas educativas que se proponen desarrollar las capacidades de creación deben contener estos ejes, que promuevan la percepción y la producción al mismo tiempo, atendiendo a las etapas de desarrollo correspondientes, en un contexto de juego, teniendo en cuenta que la expresión significa todo lo que se ha expuesto anteriormente.

Actividades que pueden realizarse en el Jardín de Infantes y que atienden las distintas necesidades de expresión.

Acentuando la importancia de abarcar actividades que atiendan las distintas necesidades de la expresión artística en lo concerniente a la percepción y la creación se sugieren algunas actividades generales que pueden proyectarse realizando los ajustes correspondientes al niño, el nivel, su particularidad, la institución, el grupo, etc.

Lectura y comentario de láminas:
Son innumerables las actividades que pueden realizarse con la lectura de imágenes, buscando que los niños disfruten y valoren la creación a través de las sensaciones y emociones que les trasmiten las diferentes obras.
Podemos pensar en la creación de cuentos breves para contarles la vida y obra de algún pintor, o crear cuentos con los niños a partir de las imágenes que vemos. Trabajar con distintos elementos plásticos de las obras haciendo hincapié en alguno en especial que se desee enseñar motivando a los niños para luego facilitarles materiales plásticos con los que se expresen en función de la actividad.
Otros lenguajes artísticos como la música son interesantes para incluir durante la lectura de obras, ya sea para acompañar los comentarios de los niños o incluir en los cuentos o relatos del docente o del grupo.

Visitas a exposiciones de arte.
Esta experiencia es enriquecedora para los niños pequeños tanto por las obras que verán hasta por la oportunidad de recorrer un museo, galería o centro cultural. Es provechoso escuchar y atender a sus comentarios y preguntas. Los docentes pueden preparar actividades previas a la salida, generar un espacio para explicarles sobre el hecho de visitar, recorrer y mirar un lugar donde se exponen obras. Durante la visita pueden conversar y contarles a los niños sobre lo expuesto.

Recorridos virtuales.
En Internet encontramos sitios de multimedia que por medio del sonido, la imagen, y la animación permiten acceder a los niños a las expresiones artísticas más variadas. También encontramos sitios de museos de todo el mundo que permiten un traslado virtual a través de salas y pasillos para observar objetos de arte y pinturas.

Visitas a talleres de artistas locales.
Donde los niños tengan la oportunidad de escuchar a los artistas en su ámbito; qué hacen, cómo trabajan, con qué trabajan e incluso que puedan mostrarles la realización de obras o proyectos terminados. También se puede organizar que los niños lleven algunos de sus trabajos para mostrarles a los artistas.

Organización de exposiciones en la sala o en el jardín.
La organización de una exposición tiene múltiples aspectos que pueden trabajarse en el jardín incluso después de haber asistido a exposiciones.
Qué queremos exponer, cómo se exponen las obras y/o trabajos, cómo indicamos a los que visitan nuestra exposición que el trabajo es nuestro, cuáles son los títulos de los trabajos y cómo se los indicamos. Podemos incluso pensar con los chicos en la música que puede ambientar la exposición y trabajar con el docente de música.
En la sala, un espacio más íntimo para el grupo, se pueden realizar exposiciones previas a las abiertas a la comunidad educativa. Colgar los trabajos de todos y pensar en lo que vemos durante un momento. Propiciar reflexiones sobre el trabajo personal. Generar espacio para los comentarios. Que los chicos cuenten qué pintaron, luego comentar sobre lo que vemos en la pintura de algún compañero.
Es importante tener muy en cuenta las etapas y los niveles para realizar actividades pertinentes o adaptarlas.

Actividades de expresión.
Por último las que abarcan las necesidades de expresión del niño.
Las destacaremos como oportunidades en la cual el niño experimente con distintos materiales, temáticas, y formas de trabajo diversas que amplíen sus experiencias.
Las actividades se han descrito en forma sintética y general por separado para facilitar su explicación, eso no quiere decir que se sugiera su trabajo aisladamente del resto, por el contrario, para lograr experiencias enriquecedoras y creativas éstas tienen que mantener sus conexiones e ir enmarcadas en un proyecto con objetivos, expectativas y metas definidas por el educador.

Un siglo que pudo ser de oro

Un siglo que pudo ser de oro

Por Victoria Fernández

El siglo XX amaneció muy prometedor para la ilustración de libros infantiles en España. El primer tercio (1900-1936), tiempo de vanguardias artísticas, fue uno de los periodos más estimulantes y vitalistas de la historia de la cultura española. Se alcanzaba la modernidad y, con ella, las artes gráficas, la industria editorial y la prensa periódica experimentaron un gran desarrollo que, a su vez, propició la difusión de la obra de un grupo excepcional de artistas plásticos de la época, entre los que se encuentran los precursores de la ilustración española de libros para niños.

Fue el momento, también, del nacimiento sociológico de la infancia. Los niños comenzaron a existir como tales, a tener su propio espacio en la sociedad, y la básica atención escolar se fue ampliando con propuestas de tipo cultural. Y así los niños empezaron a tener «sus» libros, «sus» tebeos, «su» teatro... Nació, pues, la literatura infantil española, que por definición tenía que ser ilustrada (según la autorizada opinión de la Alicia de Carroll: «¿de qué sirve un libro si no tiene dibujos?»), y lo hizo de la mano de grandes artistas. Los irrepetibles modernistas y los noucentistes catalanes que, como fue habitual en la época, alternaron de forma natural y sin prejuicios, pintura, grabado, cartelismo, publicidad y humor gráfico, con la ilustración de libros infantiles.

Barcelona, como gran centro de producción editorial, y Madrid, con la editorial Calleja, auténtica «factoría infantil», pusieron en circulación modélicos libros para niños, ilustrados por Apel·les Mestres, Salvador Bartolozzi, Xavier Nogués, Josep Llaverías, José Sánchez Tena, Rafael de Penagos, Joan Junceda y Lola Anglada, entre muchos otros. Artistas olvidados, apenas nombres de culto para unos pocos, que se reivindican hoy en esta exposición, y que, si los tiempos hubieran sido propicios, habrían dado lugar a una gran escuela de ilustración española y, posiblemente, a un «siglo de oro» de la ilustración de libros infantiles. Pero no pudo ser.

La guerra civil y los largos años de posguerra y dictadura posteriores (1936-1970), marcaron la vida cultural española con el exilio y el silencio. La escasez y la mediocridad fueron las notas predominantes, con alguna brillante excepción, como los exquisitos trabajos de Mercé Llimona (Barcelona, 1914-1997), destacada cultivadora de la tradición inglesa; las armoniosas imágenes de María Rius (1938); los ternuristas niños felices de Ferrándiz (1919), que dio color a muchas Navidades con sus famosos «christmas», y los trabajos de algunos espléndidos dibujantes de historietas (Blasco, Ambrós, Cifré, Vázquez, Ibáñez), un género que alcanzó gran popularidad en la época; tanta, que no es infrecuente referirse a ella como «aquellos tiempos del tebeo».

A finales de los años 60, en Cataluña comenzó a recuperarse abiertamente el libro infantil ilustrado, heredero de aquellos precursores. Y ya en los 70, de la mano de la madrileña editorial Altea y de dos jóvenes profesionales, creativos, renovadores y progresistas —el ilustrador (y desde hace unos años también escritor) Miguel Ángel Pacheco y el escritor y cineasta José Luis García Sánchez—, se dio el primer paso, el impulso decisivo que permitió alumbrar un nuevo concepto de libros para niños, moderno y a la altura de los tiempos, que hoy ya está plenamente instalado en el panorama internacional.

Principales protagonistas de ese momento fueron, junto a Pacheco, el grupo de ilustradores formado por Asun Balzola, Miguel Calatayud, José Manuel Boix, Viví Escrivá, Carme Solé, José Ramón Sánchez, Ulises Wensell, Montse Ginesta y Karin Schubert, cuyos trabajos tuvieron una excepcional acogida en el país y una inmediata repercusión internacional. Rupturistas, originales y buenos conocedores tanto de los clásicos como de las nuevas corrientes artísticas, ellos supieron incorporar la contemporaneidad al panorama español. Hoy, treinta años después y aún en plena actividad, siguen siendo los ilustradores de referencia de la literatura infantil española.

Este «Grupo de los 70», que lo es más por pura coincidencia temporal (y por el buen olfato de quien fue capaz de aglutinarlos en torno a proyectos innovadores), que por características comunes, rechaza la idea de «escuela española de ilustración». No se reconocen como miembros de esa supuesta escuela, ya que si algo les caracteriza, como independientes y autodidactos que son, es la diversidad de ideas, de estilos, de técnicas, de trayectoria profesional... Marcaron, sin embargo, las pautas del buen hacer y han sabido ganarse el respeto y la admiración de todos, tanto por su magnífica obra, siempre en evolución, como por su irreductible defensa de la libertad creativa. Y marcaron también el camino para los que han llegado después. Ellos, como grupo, tal vez no formaron una escuela, pero sí la han creado. Esta exposición, en la que se ha reunido a un centenar largo de ilustradores españoles del siglo XX, es una buena muestra de la huella espléndida de su magisterio.

La mayoría de los nuevos profesionales que, en las décadas de los 80 y los 90, se fueron incorporando al panorama de la ilustración, siguieron las pautas del Grupo. La estela de «balzolas», «calatayudes», «pachecos», «solés», «ginestas»... es fácil de apreciar en muchos de los trabajos que aquí se muestran, obra de jóvenes ilustradores que, inspirados en sus maestros, supieron recrear estilos personales. Junto a ellos, y en esos años de especial euforia editorial, a la que contribuyó el desarrollo de la edición en las Comunidades Autónomas, fueron apareciendo también personalidades singulares, como Ruano, Luis de Horna, Gabán, Alonso, Gusti, Ballester, Meléndez, Serrano, los gallegos López Domínguez y Enjamio, los vascos Mitxelena y Olariaga, que vinieron a añadir riqueza y variedad a un panorama realmente atractivo, en el que hoy ya caben todas las propuestas.

Los novísimos —Amargo, Max, Morales, Rubio, Tàssies, Villamuza, Villán— cierran el siglo con brillantez, con obras de impacto similar a las del Grupo de los 70, y con similar afán de innovación, aunque con la ventaja de saberse inscritos en una tradición (corta aún, pero tradición al fin) que les ampara. Pasado ya el tiempo de «inventar» el libro ilustrado español para niños, estos ilustradores pueden dedicarse a reinventar, en esos libros, el arte de su tiempo. Un arte de hoy, que no olvida el pop, el surrealismo, el cubismo, el expresionismo o el hiperrealismo, pero en el que resulta evidente la influencia del cine, la fotografía, el cómic, el diseño gráfico y la infografía, además del gusto por la experimentación y por el mestizaje de técnicas. La última generación de ilustradores españoles lo está haciendo con estimulante libertad creativa y con excelente oficio. Ellos cierran un siglo que no pudo ser de oro, pero abren otro que promete llegar a serlo.

* Directora de la revista Clij (Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil)